Marcos 8: Y ustedes ¿quién dicen que soy yo? (2024)

Continuamos con los principales aspectos comunicacionales del libro de Marcos. Desde el inicio de esta serie, habíamos dicho que intentaríamos realizar bosquejos expositivos, en base a un estudio inductivo (preguntas al texto).

Creería conveniente dejar que cada uno de ustedes realice sus propias preguntas al texto, luego de haber subrayado todas las palabras, verbos y frases que tienen algo relacionado con la comunicación, así que pasaré a partir de aquí solo con mi análisis del texto con algunas aplicaciones.

Referente a realizar bosquejos, cada persona tiene su propio estilo. Algunos siguen el sistema alfanumérico (1. a) b) c) 2. a) b) c) etc. ) y otros simplemente con puntos. No tengo una regla para esto. Lo importante para mí es un desarrollo lógico y comprensible de la estructura del tema a desarrollar.

En el análisis de hoy me saltaré los tres primeros aspectos tratados en el capítulo 8 ya que son muy similares a los ya analizados en el estudio del capítulo 6. Me centraré en La confesión de Pedro (8.27-30) y Jesús predice su muerte (8.31-38).

Pero realicemos un breve resumen de los aspectos repetidos:

• Jesús siente compasión por la multitud (8.2)

• Los discípulos vuelven a caer en la incredulidad (8.4) y en la mente embotada (8.4; y 14-20)

• Jesús sana a un ciego (8.22-26)

Hay un aspecto en el que me quiero detener solo un segundo. El tema de poner a prueba al Señor y pedir una señal milagrosa (8.11-12). Me resulta interesante que viendo tantos milagros de Jesús, los fariseos piden una señal milagrosa. Comunicacionalmente es una especie de redundancia pedir una señal, cuando en los versículos anteriores Jesús da una clarísima señal. Muchas veces los creyentes pedimos una señal a Dios, cuando él ya nos ha dado millones de señales anteriormente. No me explico por qué actuamos de esa manera.

Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?

Esta es la gran pregunta en todo el libro de Marcos. Y es la pregunta que debe realizarse cada ser humano de este mundo. No se trata de realizar una respuesta teológica dogmática, como por ejemplo “Jesús es un integrante de la Trinidad, es omnipotente, omnipresente y omnisciente”. No se trata de esto.

Se trata de una pregunta radical, donde él está esperando una respuesta en base a nuestra experiencia y relación con él y su mensaje. La fe no se identifica con “fórmulas” aprendidas de memoria en algún momento de nuestra vida. Se trata de una pregunta que tiene que ver con nuestras vivencias reales, expresadas en pensamientos y palabras de lo que Jesús realmente significa para cada uno de nosotros.

Recuerdo que hace algún tiempo el presidente de la república de mi país fue interrumpido en un discurso, por un familiar de un enfermo de Covid-19 reclamando una larga lista de medicamentos que no había en los hospitales. Y el presidente, para salir del apuro le respondió: “Yo no sé nada de esto, ¿Usted cree que yo soy médico?”… Esta breve pregunta casi le costó el cargo en un juicio político.

Bueno, la pregunta de Jesús creo que es muy importante, y deberíamos pensar en ella, creería que cada día de nuestra vida. Para comprender mejor el alcance de “lo que yo creo” es necesario verificar cómo vivo, en qué pienso la mayor parte del tiempo, cuáles son mis prioridades, de qué hablo con mi familia y amigos, y tal vez, qué es lo que publico en mis redes sociales.

Creería que la pregunta de Jesús se responde no tanto con una frase en palabras, sino con mi estilo de vida cristiano, y con mi estilo de comunicación en los diferentes momentos de mi día a día.

Creería que lo que nosotros llamamos por “justificación por la fe” no se refiere a un largo discurso de teología sistemática, sino a lo que realmente experimentamos especialmente en los momentos complicados de nuestra existencia.

La ortodoxia de nuestras fórmulas doctrinales nos puede dar “cierta seguridad”, pero nunca pueden reemplazar a un encuentro vivo con Jesús. No nos dejemos engañar por nosotros mismos o por “ciertos teólogos”. Ninguna “fórmula” puede reemplazar a la pregunta directa de Jesús: ¿Quién soy realmente para ti?… En esto han errado muchas de las corrientes de “sana doctrina”, donde lo único que les interesa es una respuesta pomposa y cargada de palabras en griego y hebreo, pero vacías de lo que realmente Jesús espera como respuesta.

Por favor, si puedes, hoy anda a tu cuarto, o en otro lugar tranquilo y expresa con tu corazón a Jesús, lo que él realmente significa para usted.

Vemos aquí a un Jesús sincero, que no engaña a sus discípulos con una fórmula mesiánica de “la prosperidad”. Jesús no les habla de una vida maravillosa sin sufrimientos, sin dolores, sin dificultades. Jesús habla de su muerte, y de que todo el que quiera seguirlo también deberá tomar su cruz, incluso de perder la vida, cosa que experimentaron la mayoría de los discípulos a través del martirio.

Vemos a Pedro, saltar y reprender a Jesús por su “cosmovisión” recién expresada. Notablemente Jesús lo trata de “Satanás” (8.33)

Seguir a Jesús no se trata de una vida llena de “éxito”. No señores. Pedro rechaza la idea de un Jesús crucificado. Él solo se había imaginado una vida llena de triunfos militares y políticos.

Jesús le responde “Tu no piensas en las cosas de Dios sino en la de los hombres” (8.33)

Es un error confesar a Jesús como “Hijo del Dios vivo” y no seguirle en su camino hacia la cruz. Si hoy seguimos actuando, y comunicándonos como Pedro, tendremos que oír también nosotros lo que él tuvo que oír de los labios de Jesús.

Jesús estaba completamente identificado con el proyecto del Padre, y no permitiría que nadie lo aparte de este proyecto. Tampoco hoy Jesús cambiará de proyecto por la idea de algún “teólogo de la prosperidad”.

Jesús no estaba angustiado y preocupado por lo que tendría que pasar, pero quiso compartir con sus discípulos lo que este proyecto realmente significaba y de las implicancias prácticas del mismo.

Dietrich Bonhoeffer señaló que la reacción de Pedro “prueba que, desde el principio, la iglesia se ha escandalizado del Cristo sufriente. No quiere que su Señor le imponga la ley del sufrimiento”.

El mensaje del evangelio no consiste en una aspirina o un calmante para el sufrimiento. Creo que Jesús lo deja bien claro en este pasaje.

También aquí cabe aclarar que el “tomar la cruz” no significa el tomar mis problemas personales y decir ante la iglesia “no saben ustedes la cruz que yo tengo que llevar con mi suegra”… No se refiere a esto, ni a ningún otro problema relacionado a mi egoísmo y las consecuencias de mi propia soberbia o irresponsabilidad.

Creería que la cruz que cada uno tiene que tomar está relacionada con el proyecto de Dios. Negarse a sí mismo, significa dejar de lado “mi proyecto” y tomar en serio el proyecto de Dios.

Los creyentes no vivimos la cruz como derrotados, sino como portadores de una esperanza final. Todo el que pierda su vida por Jesucristo la encontrará. Confiemos en Dios y en la plenitud de su proyecto, no en el nuestro.

Dile al Señor lo que él significa para ti. Toma una hoja, o tu computadora, y ahora organiza estas ideas en forma de bosquejo. Comparte tu experiencia con Jesús, y tu compromiso con el proyecto de Dios, no importa cuán difícil pudiera parecerte.

Bendiciones, y ¡hasta la próxima!

Marcos 8: Y ustedes ¿quién dicen que soy yo? (2024)
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Author: Prof. Nancy Dach

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